El humor en la escritura: un puente
- Dámaris Pettersson
- 10 feb
- 3 Min. de lectura
“El humor es un puente y, en el mejor de los casos, una cortesía para el lector”.
Hebe Uhart
El humor es una herramienta poderosa para escribir, capaz de transformar cómo percibimos y transmitimos historias. Más allá de ser un recurso estético o un estilo, el humor actúa como un medio para procesar emociones, aliviar tensiones y conectar con los lectores. La escritora Hebe Uhart, reconocida por su aguda visión y su habilidad para encontrar lo extraordinario en lo cotidiano, fue escuchada con mucha atención por su alumna de taller Liliana Villanueva. Quien recopiló sus apuntes, los ordenó y publicó bajo el título Las clases de Hebe Uhart reflexiones valiosas sobre el rol del humor en la narrativa. Este artículo que me animo a escribir hoy —en una época que siento muy jocosa llena de memes y, a la vez, muy sensible ante el humor y sus límites— explora algunas de esas ideas y ofrece ejemplos prácticos para aplicarlas en la escritura.
“El humor limpia, porque sale del perdón”, enseñaba Uhart. Este concepto me fascina porque encierra la idea de que el humor puede liberar, lo que permite tanto al escritor como al lector tomar distancia de situaciones indeseables, complejas o dolorosas. Lo escribo y pienso en mi propia vida, cómo el humor es una especie de fuga del dolor. Por ejemplo, en un cuento, un personaje se enfrenta una desilusión amorosa al que podría reaccionar de manera absurda, escribiendo cartas de queja a los cupidos que según él “hicieron mal su trabajo”. Esta mirada humorística no solo alivia la tensión, sino que también hace que la historia sea más cercana.
De ahí que lo relaciono con lo que mostraba Uhart cuando decía que el humor no brota del rencor, sino de la capacidad de soltar. Este enfoque lo podemos observar en cómicos que, al narrar sus experiencias más dolorosas, logran transformar esos episodios en relatos llenos de risas y aprendizajes. En la escritura, esto podría traducirse en la decisión de tomar una situación trágica y darle un giro, estar atentos a algún detalle absurdo, que permita a los lectores reírse incluso en situaciones que no imaginamos.
Si el humor sale del perdón, entonces, no solo es una herramienta narrativa, sino también un reflejo de madurez emocional. Un escritor que utiliza el humor demuestra que ha aprendido a dominar sus emociones y a no tomarse todo demasiado en serio.

“Si me tomo las cosas con humor, minimizo mi rosca”, gran frase al estilo Uhart. Quizá la que más me incitó a escribir hoy. Me parece que resalta la importancia de la autocrítica sin castigo. Reírse de uno mismo nos permite como escritores crear personajes con honestidad y humanidad. Los personajes perfectos suelen ser aburridos; en cambio, aquellos que cometen errores y pueden burlarse un poco de sí mismos resultan entrañables. Vienen a mi memoria libros con personajes hilarantes: La conjura de los necios de John Kennedy Toole y Cuentos sin plumas de Woody Allen. No puedo dejar de nombrar a Cortázar con sus "Instrucciones para llorar" o sus Cronopios y Famas.
La ironía, el humor son recursos que requieren de un código en común. Entiendo que le huyan porque quiere decir que habrá un montón de personas que no les hará ninguna gracia mi humorada, sí, es un riesgo. Desde mi punto de vista, vale la pena animarse. Entretener con videos, con lo que el cerebro está loco por ver porque es muy fácil de digerir lo hace cualquiera. Sin embargo, escribir y hacer reír requiere de trabajo, inteligencia, sutileza, amplio vocabulario y poder de observación. Ah, como el stand up, sí algo así.
Sé que hay autores que quieren contar sus historias, compartir su sabiduría y dejar su huella en ciertos temas. Y está perfecto. Pero también somos muchos los que, en medio de tanto caos mundial, solo queremos un rato de respiro, de ligereza, de risas. Yo quiero reír más, quiero que me hagan reír. Y, si alguna vez me animo a compartir mis escritos, ojalá logre arrancar al menos una sonrisa. Aunque sea chiquita. Aunque sea de esas que se escapan sin querer. Porque al final, si algo nos salva cada tanto, es eso: la risa que aparece cuando menos la esperamos.
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